PROFESOR MARINO
Cuando Colón llegó a
nuestras costas, con él llegaron muchos males y muchos bienes. Entre los males;
las ambiciones europeas y entre los bienes; el idioma español. Ahora, estos dos
elementos, ¿en qué lugar desembarcaron? ¿Era América un territorio sin cultura?
La respuesta es una negativa tajante, sin embargo como le hubiera gustado al
conquistador que fuese así. Sin duda, se habrían ahorrado la destrucción en
nombre de la “civilización” y en consecuencia, evitado lo que vino después: una
hibridación inesperada, que trajo el nacimiento de la nueva realidad, en donde
la literatura jugó un papel protagónico. Para entrar en materia, es conveniente
hacer la siguiente pregunta, ¿por qué hablar de hibridación? Antes de dar la
respuesta, me gustaría pasear por lo siguiente: En América, existía un pueblo,
edificaciones, organizaciones sociales, etc. De Europa, llegaron otras formas
de ver el mundo. De esta manera, lo más lógico que podía suceder era el
fenómeno de mestizaje en todos los aspectos, incluso en la literatura. Por lo
tanto, nuestras letras fueron el producto de una hibridación que ha llevado
sobre sus hombros el peso de una herencia ungida de prosa cervantina y verso
nerudiano. ¿Ya ven porque hablo de hibridación? Por otra parte, no faltarán
quienes piensen que nuestro idioma es totalmente de los conquistadores. Yo me
opongo, y recuerdo una respuesta de Borges en ese sentido, cuando dijo: “Lo siento, yo no soy español, yo, hace
ciento cincuenta años tomé la decisión de dejar de ser español”, y es
verdad, el idioma que llegó a estas costas se alejó del original;
conduciéndonos al Modernismo, al Criollismo, a lo Real Maravilloso y al
Realismo Mágico. Para finalizar, puedo decir que en cada conversación, siento
el ritmo africano, la jerga escondida de un Guaiquerí y el aire de una música
andaluza. Estas pruebas no son otras, que una crónica legendaria en donde las
piedras de los indígenas fueron después las bases de los templos
cristianos.
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