ASTILLAS DEL PENSAMIENTO (4)
Dando una clase
mañanera, se me escapó la siguiente frase: “Hijos, mi laboratorio pedagógico
debe comenzar”. La curiosidad de los jóvenes fue evidente, deseaban saber a qué
me refería y entonces tuve que expresarme. Me refiero a un lugar que está
integrado por estudiantes, que posee una estructura dotada de pizarra,
pupitres, escritorio, tizas, etc. También se pueden encontrar en él,
multiplicidad de interrogantes, caracteres, experiencias, cualidades humanas y
valores humanos. Aunque aclaro, que a
veces el aula es el entorno que rodea el hecho educativo y se puede dar hasta
debajo de una mata de Guayacán. Además,
existe el científico, en este caso el docente, que trata todos los días de
guiar la clase con el fin de lograr las metas que se ha propuesto. Pero ¿Por qué
llamo al docente un científico? El docente es un científico, por ser un
profesional debidamente preparado para estudiar la realidad educativa que lo
circunda, sin lamentarse. George Brassens decía: “La única revolución es
intentar mejorar uno mismo esperando que los demás también lo hagan”. Esto es
cierto, no se puede concebir un docente que no sea el héroe de sus alumnos, que
no esté en constante actitud hacia el mejoramiento profesional, que no
planifique, que no sea capaz de evaluar diariamente a su laboratorio
pedagógico. Imaginemos un docente que nunca haya elaborado un instrumento de
investigación, ni planteado objetivos y metas. Sin duda, estaría destinado a
ser más lento en sus respuestas y a errar mucho más. En síntesis, el presente
ensayo, que inició con la anécdota de una frase al aire, quiso explicar que las
aulas son laboratorios tan sensibles donde la sustancia es el propio corazón de
los alumnos, de allí la enorme responsabilidad de llamarse Maestro. Creo
propicio terminar, con la siguiente frase de Charles Dickens: “El corazón
humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los
hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario