ASTILLAS DEL PENSAMIENTO (3)
Por Ángel Marino Ramírez V.
Por Ángel Marino Ramírez V.
"Qué
buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Salimos
perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se
lo llevaron todo y nos dejaron todo... nos dejaron las palabras". Con este
pensamiento del poeta Pablo Neruda, quisiera expresar mi admiración y respeto
por las letras latinoamericanas. Esas letras, que rellenan el costado de la vasija sedienta
y víctima de la barbarie, pero bañada de gritos de independencia. Es como admirar
la cima del Chimborazo y de repente escuchar aquellos delirios del Libertador.
Reconocer en ellas; el fuego de Doña Bárbara, el viaje tierra-cielo de la Rayuela
de Cortázar, revivir las cien soledades de García Márquez, amar con los 20
poemas de amor y en definitiva sumergirse, reír, llorar y morir, en un solo
océano: el de las palabras. No obstante, el peligro del olvido está presente.
Las nuevas generaciones ven oscuras sus memorias, y a la vez, oscuras las
páginas de los libros nuestros; los medios de información ayudan “sin querer
queriendo”. Propongo que planifiquemos una sublevación literaria, que tenga
como acción ir a los mausoleos, y con un cierto tipo de elixir Carpenteriano,
resucitar a escritores y poetas, conformando un ejército cuyas armas sean las
27 letras del alfabeto castellano, y disparemos dardos de sabiduría en las
conciencias somnolientas de los jóvenes. Todo esto, con el fin de despertarlos
a favor de un nuevo orden cultural. Sin duda, podríamos llamarla la revolución de
las letras rebeldes. Aquí cabe recordar la frase de Freire: “No es en la
resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las
injusticias”. Para concluir, retomo el primer
pensamiento y casi de inmediato pienso
que el oro que nos dejaron los conquistadores es una especie de Chimborazo en
forma de fusil. Tenía razón Neruda: “Que buen idioma el mío”.
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