PROFESOR MARINO
La hiperdulía, culto que se rinde a la Virgen
María, tiene en el Oriente venezolano una hermosa advocación: La Virgen del
Valle. Relata la historia, que la Cubagüense Nueva Cádiz la recibió un día como
inmaculada, y que un poderoso ciclón “de amor” la trajo hasta el Valle de la
Margarita. Según Nectario María, El Valle es su hogar desde 1542, pero cuenta la
leyenda popular que los Guaiqueries la adoraban desde mucho antes. En estos 472 años, aproximadamente, ha superado cualquier tipo de anacronismos y conquistado
una hermosa pléyade de feligreses, entre los cuales se pueden mencionar: pescadores,
marineros, sacerdotes, amas de casa, niños, jóvenes, ancianos, enfermos,
profesionales y sobre todo cantantes, músicos y poetas. Ahora, ¿es sólo la
hiperdulía o culto lo que ha hecho que estos últimos, se inspiren en la Virgen
del Valle o hay algo más? Sin duda, que
haber cantado y escrito a la Virgen toda mi vida, me da una cierta aquiescencia
para intentar responder la interrogante. Aunque debo confesar que cualquier
cosa que responda sólo serán tanteos reflexivos que de ningún modo pretenden una
especie de nihil obstat de los
lectores y creyentes. Así pues, en mi
opinión, es la fe en ella lo que puede llevar a un artista a encontrar su catálogo
de musas, rimas y sonidos, dejando en un plano inferior cualquier elucubración
terrenal. Por lo tanto, si consideramos la frase de Oscar Wilde, en donde: “El
arte no es algo que se pueda tomar y dejar. Es necesario para vivir”. Entonces,
para cualquier artista, la patrona de
los pescadores no es nada más una hiperdulía o la fecha del 8 de septiembre,
sino una inmarcesible caja de motivación, un resquicio en su arcoíris creador,
que lo alimenta, lo nutre, le da sentido y muchas razones para vivir. En otras
palabras más sencillas, lo definiría el Estudiante de Oriente: “La Virgen del
Valle es un mapire de milagros y un barco pleno de rezos, que mirando al
sotavento vive entre sombreros de cogollos, hasta que nos llegue el zarpe final
del bote, amén”.